Page 120 - América Latina. Huellas y retos del ciclo progresista
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La intervención estatal: entre la actividad y el binarismo
Decíamos que los años 2000 trajeron consigo contratendencias res-
pecto de cómo se venía abordando la relación entre medios, Estado y
sociedad en la década anterior. El escenario incuestionable del “cuar-
to poder”, amparado en la autonomía de las audiencias para elegir
con qué estrella televisiva quedarse, fue sacudido por la movilización
popular que ganó las calles en algunos países de la región. Las lectu-
ras acerca de la Guerra de Cuarta Generación (G4G) y cómo contra-
rrestarla, y la atención sobre las acciones impulsadas desde los me-
dios a favor del imperialismo norteamericano sirvieron de base para el
replanteo de los marcos teóricos desde los cuales pensar el fenómeno
mediático, aunque los resultados anclados en esta perspectiva en ge-
neral fueron pobres y mecanicistas.
Venezuela, Argentina, Uruguay y Ecuador pusieron en debate y san-
cionaron leyes que buscaron poner límites a la concentración mediá-
tica, y que se basaban en demandas históricas del movimiento popu-
lar por la democratización de la comunicación. En otros casos como
Brasil, la disputa entre los principales grupos de medios privados y el
gobierno del PT actuó como telón de fondo de la revitalización de los
medios públicos. También Bolivia avanzó hacia el refuerzo o creación
de medios públicos. De este modo los estados fueron recuperando el
protagonismo, apareciendo como actores importantes en la defini-
ción de políticas públicas vinculadas a la producción y distribución de
información y entretenimiento. Telesur es la apuesta más ambiciosa.
Desde el punto de vista del análisis teórico, conceptos como “ma-
nipulación”, “dominación” o “ideología”, que habían sido desecha-
dos en la teoría comunicacional, retornaron al debate social y más
tímidamente a los claustros académicos. En muchas ocasiones, la
contienda entre los gobiernos y los conglomerados mediáticos ob-
turó la posibilidad de reflexiones más complejas que dieran cuenta
de cómo se instalan las agendas, cómo se modelan gustos y consu-
mos a través de la apropiación que hace de ellos la industria cultural;
convirtiendo el binarismo en un método abreviado para delimitar el
campo de pelea.
La apelación a la G4G por momentos funcionó como corsé para
no profundizar en las zonas más problemáticas. En lugar de forta-
lecer las posiciones progresistas o revolucionarias, el binarismo las
encerró en la jaula de la obsecuencia. Los últimos tiempos vienen
marcados por la falta de densidad del debate, cambiando una lógica
democrática con capacidad de autocrítica y crítica constructiva, por
una lógica propagandística cerrada que se repite como un mantra y
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