Page 42 - Yo quiero ser como ellos
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2008, el  gobierno de Estados Unidos  decidió  borrar a  Nelson
            Mandela de la lista de terroristas peligrosos. Durante sesenta
            años, el africano más prestigioso del mundo había integrado ese
            tenebroso catálogo”.

                 Al leer esto, se nos vuelven a abrir las venas de América
            Latina. Porque son las mismas venas que el colonialismo abrió
            en África, Asia y en los pueblos del llamado Tercer Mundo, en
            su mayoría miembros del Movimiento de Países No Alineados,
            conglomerado solidario del que Nelson Mandela fue  ilustre
            Secretario General.


                 Durante 27 años, casi tres décadas, Nelson Mandela
            estuvo en las cárcel del Apartheid y durante 60, más de medio
            siglo, en el catálogo de los terroristas más peligrosos del mundo.
            Occidente lo mantuvo en esa lista de terroristas, como diríamos
            en Venezuela, hasta antiercito nomás.   De allí la denuncia de
            Eduardo Galeano. De allí nuestra advertencia de verlo desde
            nosotros mismos, desde América Latina, de Sur a Sur.

                 No se trata de regionalismo, ojo. Lejos estamos de una
            visión estrecha, sobre todo hacia alguien que, como Nelson
            Mandela, se hizo ciudadano del mundo, aunque el mundo
            no siempre  lo trató como ciudadano. Estuvo preso. Estuvo
            catalogado. Estuvo segregado  y apartado. Pero no lograron
            inocularle lo que lo habría convertido no solo en cuerpo, sino
            también en alma, en un prisionero: el odio. Por eso Madiba,
            para llamarlo con el cariño de su pueblo, se acompañó siempre
            del poema de William Ernest Henley, “Invictus”, y allá, en los
            días y noches de su celda fría, recitaba: Soy el amo de mi destino/
            Soy el capitán de mi alma.


                 Amo y capitán de su destino y de su alma, eso quería Nelson
            Mandela que fueran todos los pueblos del mundo. Esa fue su causa,
            esa, su razón de vida. Su lucha no solo fue contra el racismo, fue
            contra toda injusticia, toda discriminación  y toda desigualdad.




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