Page 38 - Yo quiero ser como ellos
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declaraciones para  El Universal (19-12-09), el experto afirma
            que “el mandatario ha convertido su idiolecto –rasgos propios de
            la forma de expresarse de un individuo-  en lenguaje oficial de
            Venezuela”.

                 Flores acota que “palabras como soberano, pueblo,  socialismo,
            imperio, revolución, capitalismo o golpe de Estado, tienen un
            significado distinto en el idiolecto de Chávez, quien ha logrado
            imponer en el país el sentido que le da a esas expresiones”.
            También se refiere a términos como “escuálidos”, “vergatario”
            o “Goriletti”, para aludir a Micheletti, presidente golpista de
            Honduras.

                 En verdad, parte del lenguaje  político de un país no lo
            imponen los presidentes, sino su liderazgo. En un entorno más
            reducido, los jefes de partidos políticos, al menos en el ámbito de
            su militancia.  Los activistas terminan hablando como su dirigente
            más carismático. En su tiempo, todos los masistas hablaban como
            Teodoro Petkoff. En AD, Rómulo Betancourt impuso su idiolecto
            de hallacas multisápidas,  cadáveres insepultos, hampoductos
            y   fenómenos obsoletos y  periclitados.  ¿Acaso  no  hablan  como
            Caldera sus malqueridos delfines Eduardo Fernández y Oswaldo
            Álvarez Paz?


                 Existen curiosidades arqueológicas. La lengua de Henry
            Ramos Allup y su entonación atiplada intenta resucitar el habla
            y el decir de Rómulo Betancourt. En el mismo bando, Antonio
            Ledezma no puede zafarse de la forma de discursear de Carlos
            Andrés Pérez. La Cuarta República, como los muertos en pena,
            sale por los caminos en boca de sus  sobrevivientes. Sus estertores
            se agitan en esa lengua impenitente.


                 El liderazgo de Hugo Chávez y sus múltiples  victorias
            electorales popularizan su idiolecto, no cabe duda alguna.
            Sus  enemigos  y adversarios han hecho esfuerzos  lingüísticos
            por contrarrestar esa influencia. De allí que se inventaron
            expresiones como “rrrégimen”, ya casi en desuso; “autócrata”,


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