Page 33 - Yo quiero ser como ellos
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del presidente uruguayo Pepe Mujica, quien le mandó hacer una
            misa. Oraban musulmanes y católicos, pastores evangélicos y
            chamanes indígenas. Mayas, quechuas, aymarás, chibchas, todos
            los exponentes de los pueblos ancestrales de nuestra América
            profunda.

                 Pero esa fuerza telúrica desatada, era también la palmada en
            el hombro del amigo afligido, la ternura del beso a la niña  campesina,
            el abrazo caluroso a la anciana, el apretón de mano al obrero en la
            fábrica y la carcajada abierta entre humoristas, intelectuales y artistas,
            con sus chistes a flor de labio. Lo vimos furioso y reclamando ante
            la lentitud sobre un tema específico de la Asamblea Nacional
            Constituyente y  lo miramos eufórico,  como un  niño con juguete
            nuevo, cuando le entregamos, redactada y concluida, la Constitución
            de la República Bolivariana de Venezuela.

                 Lo escuchamos en los mitines, orador impar que electrizaba
            multitudes, entre las ovaciones de su pueblo y los silencios profundos
            de las masas. Lo oímos de cerca, cuando daba un consejo amistoso o al
            preguntar sobre lo que no conocía bien. Vimos los ojos de un Presidente
            de la República que te escuchaba atentamente. Lo observamos en una
            sala,  caminando  ante  sus  interlocutores,  recordando  los  días  más
            difíciles del paro-sabotaje petrolero y los tanqueros fondeados frente
            a nuestras costas. Sobre la plataforma de un camión, en alguna de las
            tantas campañas electorales, lo oímos regañar  a los organizadores del
            acto mientras  saludaba a la multitud y le sonreía a una muchacha
            trepada en una platabanda. Y en su poema,  huracanado,  llama  a
            escucharlo Alberto Arvelo Torrealba:


                 Óigale la voz tendida,
                 Sobre el resol de los médanos,
                 La voz que gritó más hondo
                 Óigasela, compañero.

                 Así era, así fue, así es el Comandante Supremo, Hugo Chávez
            Frías, un personaje, un líder, que no pasaba indiferente para nadie,
            activo, en cama o luego de su partida física. Ese fue su sino y su



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