Page 32 - Yo quiero ser como ellos
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La cárcel de Yare fue un largo desierto de dos años. El golpe de
            abril de 2011, con su consecuente secuestro y el periplo por Turiamo
            y La Orchila, otro. Sólo que este último fue intenso y vertiginoso,
            de unas 72 horas, con la vida siempre en vilo. El sabotaje petrolero
            fue un gancho al hígado de su anatomía y un mandarriazo en la
            columna vertebral de la economía venezolana. En paralelo, la toma
            de la Plaza Altamira por oficiales de alta graduación. Fueron  meses
            duros, con tanqueros petroleros fondeados frente  a las costas del
            país  y un parte de guerra en cadena de medios privados todos los
            días a las seis de la tarde. Después, los paramilitares introducidos
            en una finca y las guarimbas. Sin metáfora, el comandante Hugo
            Chávez, durante todos esos años, era “el huracán que iba ardiendo”.

                 Nada, sin embargo,  lo  detenía en su sueño y su ideal. La
            lucha contra el cáncer fue dura y sin cuartel, con dolores atroces
            de los que no daba muestra y burlas miserables de sus adversarios.
            Apenas salió de las sesiones de quimioterapia, se incorporó a una
            campaña electoral intensa y agotadora, casi épica, en 2012.  En esas
            condiciones, volvió a derrotar a sus adversarios. Pero era un ser
            humano y su cuerpo se lo recordó. Otra vez fue a la sala de cirugía
            y pasó por uno de los trances más difíciles. Y con él, por supuesto,
            el pueblo que lo ama y lo sigue.


                 Su proyección trascendió las fronteras patrias. Lo decía un
            emotivo Nicolás Maduro, entonces vicepresidente de la República,
            al anunciar el parte médico que le llegó de La Habana la tarde
            del jueves 13 de un diciembre difícil, como lo fueron también los
            de 1999 (deslave en el estado Vargas) y de 2002 (paro y sabotaje
            petrolero).

                 Dos navidades en Yare; una con el deslave de Vargas, la
            más grande tragedia natural venezolana del siglo XX;  otra con
            la industria petrolera saboteada y paralizada. Y la última, entre
            el quirófano y la ardua convalecencia, en 2012.  Y siempre, el
            mundo pendiente de él. En esa hora rezaban por el comandante
            Hugo Chávez desde los creyentes hasta los ateos, como fue el caso



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