Page 82 - Vida ejemplar de Simón Bolívar
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CULTO PALABRERO

                  La fuerza real de los movimientos colectivos se engendra en su
               contenido de sinceridad. Religión, idea política, escuela literaria
               o de arte nacen, se propagan, triunfan por su contenido de since-
               ridad, que puede residir en los conductores del movimiento o en
               las masas que los siguen. Por lo general se forman en torno de una
               personalidad brillante y excepcional. Hombres convencidos la
               rodean, propagan su fama y sus modalidades. La figura principal,
               genésica del movimiento, adquiere, o ya los posee, lineamientos
               de profeta. En el período de formación, los acentos parecen más
               toscos. Expresan su convicción y su fe con procedimientos recti-
               líneos, por líneas rudas, a las cuales falta el refinamiento. Su obra
               es, sin embargo, fecunda. Más tarde, otros y otros adeptos irán a
               buscar en ellos, los primeros, el secreto del triunfo, de su prestigio
               y de su poder. Los primeros son los primitivos, los apóstoles, los
               mártires, los precursores.
                  Agotado ese primer período, los seguidores se refinan. Han
               adquirido experiencia. Todavía, como sus antecesores, poseen fe
               y convicción. Aplican la convicción y la experiencia. El movi-
               miento logra las manifestaciones más duraderas y brillantes. Es
               lo que el maestro Taine llamó en sus críticas de arte el período
               central.
                  Después, la fe disminuye. A los hombres convencidos y vigo-
               rosos, suceden endebles simuladores de una fe perdida. El proce-
               dimiento, es decir, lo formal, lo exterior, sustituye el impulso
               franco, traductor de sentimientos y pasiones reales. Suenan a
               hueco ya falso las imitaciones y los panegíricos. Obras vacías de
               contenido, obras frágiles, febles y efímeras, denuncian la ausencia
               de la vida fecunda, la decadencia, la muerte final. Se siente la
               necesidad de la renovación. Se reclama que vuelva la vida a los
               tejidos exánimes, la tonicidad a los nervios agotados, la energía
               creadora a los órganos exhaustos.
                  Es la hora en que las palabras no son ya representación de
               las ideas. De la antigua devoción no quedan sino ritos repe-
               tidos por hábito. De los viejos sueños políticos, de los fanatismos
               ideológicos, hasta de las rencillas partidarias, solo hay remedos


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