Page 257 - Todo César: Panorama de vida y obra
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NARRATIVA                                                              La respiración volvió a sentirse gruesa, el pecho alzábase y cedía bajo ella como


                                                                                   un fuelle cansado, las aletillas de la nariz expandíanse rítmicamente dejando
                                                                                   escapar un aire áspero y ruidoso. Sobre el costillar flaco, anguloso, la parda
                                                                                   sábana subía y bajaba con angustia. Las pupilas estaban fijas en el cielo raso
                                                                                   amarillo tatuado de grietas por entre las cuales se asomaban hilachas de coleta
                                                                                   ennegrecida.
                  ¡Sobre LA tierrA,                                                agudas, bajo el ondulante martirio del dolor. La respiración se hacía entonces
                                                                                     A veces los párpados bajaban, pesados, y las arrugas del rostro se contraían,


                                             Siempre!                     *        lenta, pausada, y la palidez del rostro tornábase mate.
                                                                                     Desde el fondo llegaban ruidos de pasos unidos a la vidriosa sonoridad de
                                                                                   utensilios quirúrgicos en movimiento; alguna vez la suave ráfaga de aire pene-
                                                                                   traba por la puerta estremeciendo el polvillo brillante y suspenso en el rayo
                                                                                   luminoso que caía desde la claraboya.
                                                                                     La sábana subía y bajaba al mismo ritmo gris y fatigado de la respiración.
                                                                                   Extrañas voces cruzaron la puerta del pasillo, luego el silencio volvió a enmar-
                                                                                   car el jadeo leve y angustioso. Unos pasos blandos, esponjosos, se acercaron, el
                                                                                   traje blanco movíase pausadamente; dedos firmes y tranquilos tomaron el pulso
                                                                                   mientras dos ojos negros y almendrados seguían las doradas agujas del reloj.
                                                                                   Los párpados serosos y transparentes continuaban semicerrados y solo las arru-
                                                                                   gas del rostro con estremecimientos imperceptibles denunciaban el latigazo de
                                                                                   algún dolor fugaz. El traje blanco y los pasos esponjosos se alejaron. De alguna
                                                                                   parte llegó el murmullo de una conversación sostenida en voz baja, como si un
                                                                                   temor lleno de lástima impidiera hablar alto. La respiración se hizo jadeante y
                                                                                   una mano salió fuera de la cama quedando abierta al aire, cerosa y obscura como
                                                                                   una raíz inmensamente sola. Los párpados se abrieron con lentitud dejando que
                                                                                   las pupilas en suave recorrido circular copiaran el desamparo triste del cielo raso.
                                                                                     De  pronto,  por  la  claraboya,  penetró,  zumbando,  un  cigarrón,  brilló  por
                                                                                   breves instantes en el corte de luz, escapando luego, raudo, como había llegado,
                                                                                   a través del círculo luminoso. Las pupilas vidriosas siguieron el vuelo con un
                   Original mecanografiado del cuento                              esfuerzo sordo, impregnado de envidia. La sábana se fue agitando con mayor
                          ¡Sobre la tierra, siempre!                               fuerza sobre el descarnado pecho. El aire renovado por la brisa exterior moviose
                          Sección de Libros Raros.
               Instituto Autónomo Biblioteca Nacional de                           en la oblicua luz de la claraboya. Todo el cuerpo del hombre se tumbó hacia
                                   Venezuela.                                      un lado mientras los párpados caían con cansancio. Desde el fondo comenzó a
                                                                                   llegar un ruido sordo, confuso, el cigarrón, iluminando su cuerpo cubierto de
            *   Según se especifica en Obras de César Rengifo, tomo VI: Artículos y ensayos, de la Universidad   fina pelusa en el rayo de luz dorada volvió a penetrar, alegre, por la claraboya.
                de los Andes (UlA). Fue publicado en “Ribazón”, página literaria de Diario de Oriente, Barcelona,
                4/11/1984, p. 5, bajo el título “Homenaje a César Rengifo”. (n. de la E.).
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