Page 455 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa


                  Así, cuando las damas querían adornar su casa o poner
              un matrimonio, no tenían más que salir al medio de la
              calle y recoger algunas de las magníficas rosas con que el
              caballo le devolvía sus jardines al pueblo. Una vez en ese
              pueblo se declaró la guerra mundial, y viendo un general
              al hermoso caballo que comía jardines, se montó en él y
              se lo llevó para esa guerra mundial que había ahí, dicién-
              dole: mira, caballo, déjate de jardines y maricadas de esas
              y ponte al servicio de tal y cual cosa, que yo voy a defender
              los principios y tal, y las instituciones y tal, y el legado de
              yo no sé quién, y bueno, caballo, todas esas lavativas que tú
              sabes que uno defiende.
                  Apenas llegaron ahí a la guerra mundial, otro general
              que también defendía el patrimonio y otras cosas así, le tiró
              un tiro al general que estaba de este lado de la alcabala, y al
              que mató fue al caballo que se alimentaba de jardines, que
              cayó a tierra echando una gran cantidad de pájaros por la
              herida, porque el general lo había herido en el corazón.
                  La guerra por fin tuvo que terminarse porque si no,
              no hubiera quedado a quién venderle el campo de batalla.
                  Después que terminó la guerra, en ese punto en que
              cayó muerto el caballo que comía jardines la tierra se cubrió
              de flores.
                  Una vez que venía por ahí de regreso para su pueblo
              uno que no tenía nombre y estaba muy solo y había ido a
              recorrer mundo buscando novia porque se sentía bastante
              triste, ¿no ve que le mataron hasta el perro con eso de la de-
              fensa de los principios y tal?, y no había encontrado novia
              alguna porque era muy pobre y no tenía ninguna gracia, al
              ver ese reguero de flores que había ahí en el campo donde
              había muerto el caballo que comía jardines, el hombre cogió
              una que era muy de su gusto y se la puso en el pecho.

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