Page 450 - Sencillamente Aquiles
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sencillamente aquiles
juntos. Primero fue en París… Me meto en el Museo de
la Ubre, y con el primero que me encuentro es con Peter.
—Ah sí, él nos mandó la fotografía que se sacaron
junto a la Momia Luisa.
—Bueno, después nos volvimos a encontrar en Roma
cuando fuimos a visitar las cacatumbas. La última vez que
lo vi fue en la canal…
—¿En la canal? ¿Y qué hacían ustedes en una canal,
Cuchi?
—Guá, niña, en la Canal de Venecia. ¿No te acuerdas
que te mandé una postal diciéndote que había paseado en
gandola y todo?
—Ah, cómo no. Sí hombre, si Freddicito me contó que
hasta tuviste un romance con el hombre que manejaba
la gandola.
—Ay sí. Esos bandoleros son muy románticos.
—A propósito de romántico: ¿quieres ir esta noche al
concierto de Elena Rubinstein?
—No, gracias. Yo nunca voy a conciertos. A mí no me
gusta dormir fuera de casa. Además, tú sabes que en casa
tenemos piano.
En ese momento, de un cercano cocotero se des-
prende un enorme coco. Y habiendo abajo tantos nuevos
ricos dignos de un buen cocazo, el contundente fruto va a
caer directamente —oh justicia divina, dónde estás— en
la cabeza de un inocente mesonero.
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