Page 49 - Sábado que nunca llega
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A pleno pulmón no. Las luces no deben dejarse a pleno
pulmón, desbordadas, haciéndonos transparentes, como
placas radiográficas de nuestros complejos y prejuicios.
Las luces, mejor, deben ser suaves y hasta cómplices,
ser casi no-luces o anti-luces, tener en su fluidez algo
de niebla y picardía. Las rosadas y violetas, violadas a
intervalos regulares por rápidas ráfagas de un amarillo
fugaz, forman la combinación más agradable y excitante.
En el momento en que una luz es violada por otra —coito
de luces—, una mano se aferra a la cintura y otra a la
nuca. Son dos manos que responden al mismo impulso y
que se ignoran como ignoran el itinerario de caricias que
han de seguir estimuladas por luces que ellas no ven, luces
que a veces son más que subjetivas, pero luces, al fin.
Empezar las fiestas luminosas era cosa difícil, cuestión
de timidez, vamos a esperar a Lombano, pásame la nota,
primero hay que calentar los somas, que uno no se daba
cuenta cuando empezaba la fiesta, el sueño, ¿el amor, dije?
Las primeras —¿lo recordarán ellos ahora?— fueron
divinamente inocentonas y antiestéticas y kitsch que lo
único que faltaba era una piñata-barco, pájaro o casa,
hasta que la cosa cambió con la entrada del Gato en la
piel del tigre, y por cierto, ¿vendrá el Gato esta noche?
La gata que se gasta el Gato es una de las Tres Gracias,
la mejor de las tres, la más de rechupete, qué de nalgas
formidables Diosdelcielo, ¿vendrá esta noche el Gato?
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