Page 99 - Perforación mediática
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que se desdigan. El último fue Barack Obama, quien prometió
cerrar el campo de concentración de Guantánamo, como si él
se gobernara. Muy pronto el aparato industrial-militar lo hizo
tragarse su promesa. El hombre se marchó con más pena que
gloria, con un premio Nobel de la Paz para ironizar las guerras
que propició y los bombardeos que desató contra pueblos pobres
del mundo. Cuando se fue, los alaridos de los torturados seguían
saliendo de Guantánamo.
Donald Trump, la estrafalaria esperanza blanca del siste-
ma, arribó al poder enrostrándole al republicano Jeb Bush –su
adversario en las primarias y hermano del expresidente Bush– la
invasión de Irak con la mentira de “las armas de destrucción ma-
siva”. Igual acusación le lanzó a la demócrata Hillary Clinton, por
apoyar la guerra como senadora. Aseguró ponerle fin a la mala
costumbre de su país de estar tumbando y poniendo gobiernos en
otras partes del planeta. El establishment sonrió y Harry Truman
resolló en el más allá.
Una vez en la presidencia, Trump empezó a darse cuenta
de que el candidato a la Casa Blanca no habla igual que el inqui-
lino de la misma. Pronto se sorprendió diciendo cosas sobre la
República Popular China, muy distintas a sus fanfarronerías de
la víspera contra la tierra de Mao Tse Tung (así lo estudié yo). Su
promesa de poner fin a la intromisión imperial en otros países le
duró poco por culpa de Caracas y Nicolás Maduro. Su mal amada
CNN lo aplaudió.
Razón tenía Ernesto Che Guevara cuando decía que “al
imperialismo, ni tantito así”. El lobby mayamero lo hizo tragarse su
promesa (a Trump) de “no intervencionismo”. Agarró la venema-
nía que viene desde los tiempos de Bush contra Chávez, pasando
por Clinton (mujer y marido) y Obama: chismear de Venezuela
con cuanto sujeto lo visita. Como en la guerra del golfo, busca
aliados para maquillar cualquier disparate que se le ocurra. Dicen
99 Earle Herrera