Page 107 - Perforación mediática
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de las Naciones Unidas se cubrió con esta falsa bandera. Lo
           mismo hizo un vocero de la Unión Europea. El secretario de la
           OEA, el repulsivo Almagro, no se anduvo con esos remilgos. El
           Departamento de Estado de EEUU, menos.
                 El presidente de la Asamblea Nacional, Borges, se congra-
           tuló por el apoyo a la marcha que le ofrecieron 11 países, como
           quien se jacta de algo edificante, cuando es todo lo contrario.
           El diputado Florido rogó al ministro de Defensa de Brasil que
           se ejerza sobre Venezuela “presión internacional”. Álvaro Uribe
           envió una carta al Congreso de Estados Unidos planteando que
           “Venezuela necesita remover a Maduro y su régimen”. Todos
           abonaban a “la madre de todas las manifestaciones” del 19A.
                 Pensábamos que una marcha en un pequeño país, con-
           vocada por la ONU, la OEA, EEUU, la UE, la OTAN y la MUD
           (parece un chiste esto último), desbordaría no a Caracas, sino a
           toda Venezuela. Pero resultó –¡Oh, Esopo!– el parto de los mon-
           tes. Y la montaña parió un ratón. La derecha entreguista no pudo
           endosar ni enajenar nuestro patriótico 19 de abril.

           LOS  PRO INVASIÓN
           Habría que tener el talento lingüístico de Mario Briceño Iragorry,
           quien divulgó el término “pitiyanqui”, para retratar en una la
           palabra el alma “criolla” –si la tienen–  de los venezolanos que
           desean la invasión de Venezuela, vale decir, aunque cueste escri-
           birlo, de su patria.  A estos no les importa si el zarpazo lo da  la
           potencia imperial o una alianza de perros alfombrados, sino que
           nos invadan.
                 Los escritores tienen el don de crear personajes que termi-
           nan por convertirse en estereotipos o, para decirlo con echonería
           jungiana, en arquetípicos. Pedro Emilio Coll nos legó “El Diente
           Roto”. Rómulo Gallegos a Mujiquita, entre otros del maestro.
           Miguel Otero Silva inmortalizó en un poema al “Rompehuelga”,



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