Page 229 - Lectura Común
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Luis Alberto Crespo
Altos se ha quedado silencioso, que dejó de conversar con él. “Ya
está, este es el libro”, me anuncia, pero leyéndolo frente a mi ventana
de El Ávila siento que en este instante, caminando por los senderos
que llevan a las casas de El Amarillo y a la suya entre los pinos, los
bucares y la flor del árnica, Antonio Trujillo ha comenzado a escu-
charse una vez más en la niebla, es decir, dentro de sí, y los poemas
“concluidos” de Vientre de árboles retoman su pequeña grande voz
porque “La lengua/del valle/desea lo húmedo/de esta altura/y no hay
vestigio/del paisaje/toda la niebla/viene de nosotros”.
Este, entonces, no será nunca un libro terminado: mientras lo
leamos, nacerá de nuevo, volveremos a sentirlo pronunciando la voz
del agua, el pájaro, la niebla, una y otra vez. Y él, Antonio Trujillo,
habrá de transcribirlo, le dará nueva apariencia porque su verdadero
idioma es interminable y otro: lo que dice el universo en la peque-
ñez cantora del mirlo y la frágil neblina, enseñándonos a callar en
[ 228 ] medio de la inmensidad que vive en lo próximo, como la gota de
agua, como el punto blanco del rocío, como el ojo del pájaro, en esas
constelaciones.
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