Page 210 - Lectura Común
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La lectura común                            Nuestra sombra iluminada
              unos inesperados visitantes detienen sus automóviles. Vienen de
              la ciudad. Contemplan el paisaje, la larga blancura de la arena. He
              aquí el paraíso de un negocio, de una empresa turística, murmu-
              ran sus propósitos disfrazados de inocencia y mansedumbre.
                  Un rato después se alejan y dejan entre los pobladores un pre-
              sentimiento entre dudas y convicciones y un oscuro vaticino cuyo
              desenlace no tardará en revelarse con el retorno de los directivos
              de una empresa turística que se da a ofrecerles la entrampada pro-
              mesa de la compraventa de los bosques, las playas, la fauna y las
              conciencias. Un sentimiento de identidad se enfrenta a la argu-
              cia mercantil de los empresarios. Sus pretendidas buenas inten-
              ciones (el progreso, la promesa de empleos, en una palabra, “la
              civilización”) malocultan otros y aviesos motivos: la pérdida de
              sus propiedades, la desfiguración del paisaje, la entrega moral de
              su fidelidad nativa. Acaso sea esta el alma del libro, pero es, y eso
              sí, lo que lo hace emblemático. El pueblo, sin duda, es una metá-
              fora en la cual vislumbramos la lucha de un país por la defensa   [ 209 ]
              de su individualidad regional ante aquello que pretende sitiarlo y
              apropiarse de su soberanía ¿No es esta aldea una imagen viva de la
              amenaza que desde siempre se cierne sobre los pueblos y los paí-
              ses nuestros que ceden su gentilicio, su idiosincrasia, su persona
              individual y colectiva a los planificadores de la aculturación y la
              agonía y muerte de su memoria y de su ser mismo?
                  En las páginas últimas sobreviene lo trágico, ocurre la lasti-
              madura física e interior del pueblo y de la fisonomía de su fauna y
              su flora. Pero los pobladores no están solos en su combate social
              y cultural: hasta las criaturas del follaje participan en su defensa,
              a las cuales se incorpora un grupo de estudiantes de la ciudad y
              aquellos vecinos a punto de abandonarse a los beneficios del Con-
              sorcio empresarial.
                  Novela social, novela política es La Aldea. Su forma narrativa
              desdeña los descensos al subterráneo del inconsciente, prefiere
              avanzar sobre la superficie de la realidad, seguir aquel modo lineal
              que tanto entretuvo a Hemingway. Michel Bonnefoy convoca al






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