Page 129 - Lectura Común
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Luis Alberto Crespo

               pajarillo y el sendero de mil sendas, como escribe el zaraceño poeta
               universal Rodolfo Moleiro.
                  Sobre esa tierra tendida dase el país de los horizontes. Definirlo
               de tal modo contenta nuestra ansia de definir el comportamiento de
               quien no entiende la vida sino como ahondamiento emotivo dentro
               del abismo horizontal del pasto y del polvo que hiende su caballo,
               sola criatura capaz de devolverlo de la añoranza de la chipola en que
               se convierte su apuro atropellando ese resplandor que poetiza Galle-
               gos en Doña Bárbara y Cantaclaro, porque nadie es más íngrimo
               que el que aguija su cabalgadura aun si lo acompaña la canta, el pen-
               samiento y por más que lo acompañe su compañero de errancia, la
               res que azuza su voz y su mandador, el avecilla, el canto pesaroso
               o la sabana en la sien con que sueña el coplero en los octosílabos
               inmortales de Arvelo Torrealba.
                  Alguna vez, leyendo la novela Humus de la joven escritora mar-
             [ 128 ] tiniqueña de expresión francesa Fabienne Kanor sobre la ignominia
               que castigara a un grupo de esclavas suicidas, me topé con la lum-
               bre de una frase que no por somera me resulta menos esplendente:
               “Hay que ser libre para merecer el horizonte”. La he querido citar de
               memoria porque entiendo interpretarla como la glosa de lo que voy
               escribiendo mientras recuerdo el libro de Adolfo Rodríguez que nos
               ofrece el sello de El Perro y la Rana del Ministerio del Poder Popular
               para la Cultura.
                  Debemos a su autor el minucioso compendio de una inmensi-
               dad de 300.000 kilómetros cuadrados de aniegos y sequías asoma-
               dos a 500 metros de una tierra que inventara el terciario y poblara
               con gente de reclamos de justicia y ofensa, refugio colectivo para la
               ilusión libertaria y geografía esteparia para la redención social que
               fuera verdad bárbara con nombre de Boves y mentira civilizadora
               con nombre de Páez.
                  Mirar ese enfrente, ese círculo cuyo centro —dijera El Centauro
               de los Llanos en su autobiografía— es el hombre, incita a imaginarlo
               y a transitarlo y convida a sentirlo. Ninguna región terrestre es tan
               próxima a la obligación de ser libre, de decirle no a lo inmóvil, sea






       Lectura comun heterodox   128                                   13/4/10   12:35:32
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