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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


              mujer de Nikhil, siente como Sandip: “Yo quisiera tratar a mi país como
              a una persona, llamarlo madre, diosa, Durga; y por esta persona yo enro-
              jecería la tierra con la sangre de los sacrificios. Yo soy humana, yo no soy
              divina”. Sandip exulta: “¡Mirad, Nikhil, como la verdad se hace carne y
              sangre en el corazón de una mujer! La mujer sabe ser cruel: su violencia
              es semejante a la de una tempestad ciega, terrible y bella. La violencia
              del hombre es fea, porque alimenta en su seno los gusanos roedores de
              la razón y el pensamiento. Son nuestras mujeres quienes salvarán a la
              patria. Debemos ser brutales sin vacilación, sin raciocinio”.
                 El acento de Sandip no es, por cierto, el acento de un verdadero gand-
              hiano. Sobretodo cuando Sandip invocando la violencia, recuerda estos
              versos exaltados: “¡Ven, Pecado espléndido, que tus rojos besos viertan
              en nuestra sangre la púrpura quemante de su flama! ¡Haz sonar la trom-
              peta del mal imperioso y teje sobre nuestras frentes la guirnalda de la
              injusticia exultante!”.
                 No es este el lenguaje de Gandhi; pero sí puede ser el de sus discípulos:
              Romain Rolland que ha estudiado la doctrina swadeshi en los discípulos
              de Gandhi, exclama: “Temibles discípulos! ¡Cuantos más puros, son más
              funestos! ¡Dios preserve a un gran hombre de estos amigos que no apre-
              henden sino una parte de su pensamiento! Codificándolo, destruyen su
              armonía”.
                 El libro de Romain Rolland sobre Gandhi resume el diálogo político
              entre Rabindranath Tagore y el Mahatma. Tagore explica así su inter-
              nacionalismo: “Todas las glorias de la humanidad son mías. La Infinita
              Personalidad del Hombre (como dicen los Upanishads 210 ) no puede ser
              rea lizada sino en una grandiosa armonía de to das las razas humanas.
              Mi plegaria es porque la India represente la cooperación de todos los
              pue blos del mundo. La Unidad es la Verdad. La Unidad es aquello que
              comprende todo y por consi guiente no puede ser alcanzada por la vía de
              la negación. El esfuerzo actual por separar nuestro espíritu del espíritu
              del Occidente es una tentativa de suicidio espiritual. La edad presente ha
              estado potentemente poseída por el Occidente. Esto no ha sido posible
              sino porque al Occidente ha sido encargada alguna gran misión para el

              210   Libros Sagrados hindúes (siglo VI a. de J.C.).


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