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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


              la  revolución.  Incapaz,  por  consiguiente,  de  reorganizar  y  reanimar
              el  frente  ruso.  La  embajada  francesa,  presidida  por  Noulens,  estaba
              íntegramente  compuesta  de  diplomáticos  de  carrera  de  hombres  de
              gran mundo. Esta ente, brillante y decorativa en un ambiente de coti-
              llón y de intriga elegantes, era, en cambio, absolutamente inadecuada
              a un ambiente revolucionario. Hacía falta en la embajada un hombre
              de  espíritu  nuevo,  de  inteligencia  inquieta,  de  juicio  penetrante.  Un
              hombre  habituado  a  entender  y  presentir  el  estado  de  ánimo  de  las
              muchedumbres. Un hombre sin repugnancia al demos 182  ni a la plaza,
              con capacidad para tratar las ideas y a los hombres de una revolución.
              El capitán de reserva Jacques Sadoul, socialista moderado, poseía estas
              condiciones. Militaba en el Partido Socialista. Pero el Partido Socialista
              formaba entonces parte del ministerio. Intelectual, abogado, procedía,
              además, de la misma escuela socialista que ha dado tantos colaboradores
              a la burguesía. En la guerra, había cumplido con su deber de soldado. El
              gobierno francés lo juzgó, por estas razones, aparente para el cargo de
              agregado político a la embajada.
                 Mas sobrevino la Revolución de Octubre. A Sadoul no le tocó ya
              actuar cerca de un gobierno de mesurados y hamletianos demócratas,
              como Kerensky, sino cerca de un gobierno de osados y vigorosos revo-
              lucionarios como Lenin y Trotsky, detestable para el gusto de una emba-
              jada que, naturalmente, cultivaba en los sajones la amistad del antiguo
              régimen. Noulens y su séquito, en riguroso acuerdo con la aristocracia
              rusa, pensaron que el gobierno de los Soviets no podía durar. Consi-
              deraron  la  Revolución  de  Octubre  como  un  episodio  borrascoso  que
              el buen sentido ruso, solícitamente estimulado por la diplomacia de la
              Entente, se resolvería muy pronto a cancelar. Sadoul se esforzó vana-
              mente por iluminar a la embajada. Noulens no quería ni podía ver en
              los bolcheviques a los creadores de un nuevo régimen ruso. Mientras
              Sadoul  trabajaba  por  obtener  un  entendimiento  con  los  Soviets,  que
              evitase la paz separada de Rusia con Alemania, Noulens alentaba las
              conspiraciones de los más estólidos e ilusos contrarrevolucionarios. La
              Entente, a su juicio, no debía negociar con los bolcheviques. Puesto que

              182   Al pueblo, a la multitud.


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