Page 269 - La escena contemporánea y otros escritos
P. 269

Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


                 Le tocó entonces a Ebert y a la social-democracia ejercer la repre-
              sión de esta corriente revo lucionaria. En las batallas revolucionarias de
              ene ro y marzo de 1919 cayeron todos los jefes de la Spartacusbund. Los
              elementos  reaccionarios  y  monárquicos,  bajo  la  sombra  del  gobierno
              social democrático,  se  organizaron  marcial  y  fascísticamente  con  el
              pretexto de combatir al comunis mo. La república los dejó hacer. Y, natu-
              ralmente, después de haber abatido a los hombres de la revolución, las
              balas reaccionarias empezaron a abatir a los hombres de la democracia.
              Al ase sinato de Kurt Eisner, líder de la revolución bá vara, siguió el de
              Haase, líder socialista indepen diente. Al asesinato de Erzberger, líder del
              par tido católico, siguió el de Walter Rathenau, líder del partido demócrata.
                 La política social-demócrata ha tenido en Alemania resultados que
              descalifican el método reformista. Los socialistas han perdido, poco a
              poco, sus posiciones en el gobierno. Después de haber acaparado ínte-
              gramente el poder, han concluido por abandonarlo del todo, desalojados
              por las maniobras reaccionarias. El último gabinete se ha constituido sin
              su visto bueno. Y ha señalado el principio de una revancha de la Reacción.
                 El fuerte partido de la revolución de noviembre es hoy un partido de
              oposición. Sus efectivos no han disminuido. Los diputados socialistas al
              Reichstag son ahora ciento treinta. Ningún otro partido tiene una repre-
              sentación tan numerosa en el parlamento. Pero esta fuerza parlamen-
              taria no consiente a los socialistas controlar el poder. La defensa de la
              democracia burguesa es, presentemente, todo el ideal de los hombres
              que en noviembre de 1918 creyeron fundar una democracia socialista.
                 La  responsabilidad  de  esta  política  no  pertenece,  por  supuesto,
              totalmente, a Friedrich Ebert. Como se ha comportado Ebert en la Presi-
              dencia de la República se habría comportado, sin duda, cualquier otro
              hombre de la vieja guardia social-democrática; Ebert ha personificado
              en el gobierno el espíritu de su burocracia.
                 El signo de Ebert no era un signo heroico. No era un signo román-
              tico. Ebert, no estaba hecho del paño de los grandes reformadores. Nació
              para tiempos normales; no para tiempos de excepción. Ha usado todas
              sus fuerzas en su jornada. No podía ser sino el Kerensky de la revolu-
              ción alemana. Y, no es culpa suyo si la revolución alemana, después de un
              Kerensky, no ha tenido un Lenin.


              268




       BM_Laescenacontemporaneayotros escritos_TomoI.indd   268            08/10/10   17:48
   264   265   266   267   268   269   270   271   272   273   274