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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


              anterior, la mayoría del Partido Socialista se pronunció por la adhesión a
              la Tercera Internacional. El cisma se produjo en condiciones favorables
              al comunismo. Los socialistas conservaron el nombré del antiguo partido
              y la mayor parte de sus parlamentarios. Los comunistas heredaron la
              tradición revolucionaria y la propiedad de L’Humanité.
                 Pero la escisión de Tours no pudo separar, definitiva y netamente, en
              dos grupos absolutamente homogéneos, a reformistas y revolucionarios,
              o sea a, socialistas y comunistas. Al nuevo Partido Comunista había tras-
              migrado una buena parte de la mentalidad y del espíritu del viejo Partido
              Socialista.  Muchos  militantes,  habían  dado  al  comunismo  una  adhe-
              sión sólo sentimental e intelectual que su saturación democrática no les
              consentía mantener. Educados en la escuela del socialismo prebélico,
              no se adoptaban al método bolchevique. Espíritus, demasiado críticos,
              demasiado racionalistas, demasiado enfants du siecle, 176  no compartían
              la exaltación religiosa, mística, del bolchevismo. Su trabajo, su juicio, un
              poco escépticos en el fondo, no correspondían al estado de ánimo de la
              Tercera Internacional. Este contraste engendró una crisis. Los elementos
              de origen y de psicología reformistas tenían que ser absorbidos o elimi-
              nados. Su presencia paralizaba la acción del joven partido.
                 La fractura del Partido Socialista fue seguida de la fractura de la
              Confederación  General  del  Trabajo.  El  sindicalismo  revolucionario,
              nutrido del pensamiento de Jorge Sorel, había representado, antes de
              la  guerra,  un  renacimiento  del  espíritu  revolucionario  y  clasista  del
              proletariado, enervado por la práctica reformista y parlamentaria. Este
              espíritu había dominado, al menos formalmente, hasta la guerra, en la
              C.G.T. Pero en la guerra, la C.G.T. se había comportado como el Partido
              Socialista. Con la crisis del socialismo sobrevino por consiguiente, termi-
              nada la guerra, una crisis del sindicalismo. Una parte de la C.G.T. siguió el
              socialismo; la otra parte siguió, al comunismo. El espíritu revolucionario
              y clasista estaba representado en ésta nueva fase de la lucha proletaria,
              por las legiones de la Tercera Internacional. Varios teóricos del sindi-
              calismo revolucionario lo reconocían así. Jorge Sorel, crítico acerbo de
              la degeneración reformista del socialismo, aprobaba el método clasista

              176   Hijos del siglo, hijos de su época.


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