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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


                 Cuando el experimento laborista en Inglaterra y las elecciones del
              11 de mayo en Francia 139  engendraron la ilusión de que se inauguraba en
              Europa una era social-democrática, renació la moda de todas las grandes
              palabras de la democracia: Paz, Arbitraje, Sociedad de las Naciones, etc.
              En esta atmósfera se incubó el protocolo de Ginebra que, instituyendo
              el arbitraje obligatorio, aspiraba a realizar un anciano ideal de la demo-
              cracia. El protocolo de Ginebra correspondía plenamente a la mentalidad
              de una política cuyos más altos conductores eran Mac Donald y Herriot.
                 Liquidado el experimento laborista, se ensombreció de nuevo la faz
              de la política europea. El protocolo de Ginebra, que no significaba la paz
              ni representaba siquiera la tregua, fue enterrado. Se volvió a la idea del
              pacto de seguridad. Briand, Ministro de Negocios Extranjeros del minis-
              terio de Poincaré, reanudó el diálogo interrumpido en Cannes. On revient
              toujour a ses premiers amours 140
                 Pero la discusión demostró que, para un pacto de seguridad, no basta
              el acuerdo exclusivo de Inglaterra, Francia, Alemania y Bélgica. No se
              trata sólo de la frontera del Rhin. Las naciones que están al otro lado
              de Alemania, y que el tratado de paz ha beneficiado territorialmente, a
              expensas del imperio vencido, exigen la misma garantía que Francia.
              Polonia  y  Checoeslovaquia  pretenden  estar  presentes  en  el  pacto.
              Y Francia, que es su protectora y su madrina, no puede desestimar la
              reivindicación de esos estados. Por otra parte Italia, dentro de cuyos
              nuevos  confines  el  tratado  de  paz  ha  dejado  encerrada  una  minoría
              alemana, reclama el reconocimiento de la intangibilidad de esa fron-
              tera. Y se opone a todo pacto que no cierre definitivamente el camino a la
              posible unión política de Alemania y Austria.
                 Alemania, a su turno, se defiende. No quiere suscribir ningún tratado
              que cancele su derecho a una rectificación de sus fronteras orientales. Se
              declara dispuesta a dar satisfacción a Francia, pero se niega a dar satis-
              facción a toda Europa.
                 Para Alemania, suscribir un tratado, en el cual acepte como defi-
              nitivas  las  fronteras  que  le  señaló  la  paz  de Versalles,  equivaldría  a


              139   En 1924, triunfó el Cartel de las izquierdas, anticipo del Frente Popular de 1936.
              140   Se vuelve siempre al primer amor.

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