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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista
Wilson fue el verdadero generalísimo de la victoria aliada. Los
más hondos críticos de la guerra mundial piensan que la victoria fue
una obra de estrategia política y no una obra de estrategia militar. Los
factores psicológicos y políticos tuvieron en la guerra más influencia
y más importancia que los factores militares. Adriano Tilgher escribe
que la guerra fue ganada “por aquellos gobiernos que supieron condu-
cirla con una mentalidad adecuada, dándole fines capaces de conver-
tirse en mitos, estados de ánimo, pasiones y sentimientos populares” y
que “nadie más que Wilson, con su predicación cuáquero-democrática,
contribuyó a reforzar en los pueblos de la Entente la persuasión de la
justicia de su causa y el propósito de continuar la guerra hasta la victoria
final”. Wilson, realmente, hizo de la guerra contra Alemania una guerra
santa. Antes que Wilson, los estadistas de la Entente habían bautizado
la causa aliada como la causa de la libertad y del derecho. Tardieu en su
libro La paz, cita algunas declaraciones de Lloyd George y Briand que
contenían los gérmenes del programa wilsoniano. Pero en el lenguaje de
los políticos de la Entente había una entonación convencional y diplo-
mática. El lenguaje de Wilson tuvo, en cambio, todo el fuego religioso
y todo el timbre profético necesarios para emocionar a la humanidad.
Los Catorce Puntos ofrecieron a los alemanes una paz justa, equitativa,
generosa, una paz sin anexiones ni indemnizaciones, una paz que garan-
tizaría a todos los pueblos igual derecho a la vida y a la felicidad. En sus
proclamas y en sus discursos, Wilson decía que los aliados no combatían
contra el pueblo alemán sino contra la casta aristocrática y militar que lo
gobernaba.
Y esta propaganda demagógica, que tronaba contra las aristocracias,
que anunciaba el gobierno de las muchedumbres y que proclamaba que
“la vida brota de la tierra”, de un lado fortificó en los países aliados la
adhesión de las masas a la guerra y de otro lado debilitó en Alemania y en
Austria la voluntad de resistencia y de lucha. Los Catorce Puntos prepa-
raron el quebrantamiento del frente ruso-alemán más eficazmente que
los tanques, los cañones y los soldados de Foch y de Díaz, de Haig y de
Pershing. Así lo prueban las memorias de Ludendorf y de Erzberger, y
otros documentos de la derrota alemana. El programa wilsoniano esti-
muló el humor revolucionario que fermentaba en Austria y Alemania;
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