Page 185 - La dimensión internacional del Gran Mariscal de Ayacucho
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            Pidiósele el servicio de su talento, para salvar el país, allanar el camino del
          Libertador, y contener aquel tremendo ejército de tártaros que amenazaba
          devorar al Perú, a Chile y a Colombia. Oprimido al fin por el Congreso, y por
          el pueblo que llenaba las barras, resignóse a admitir, no la Dictadura del Perú,
          sino las facultades extraordinarias que se le concedían en el Decreto expedido
          por el Congreso, para hacer uso de ellas solamente en las Provincias donde en
          persona dirigiese la guerra, y en aquéllas que sirviesen de base a las operacio-
          nes. Con estas explicaciones prestó el juramento que se le pedía.

               Santa virtud la de este noble caudillo en medio de aquel torbellino
             de ambiciones y rivalidades; y loable energía la del Constituyente,
             que bien puede llamarse por esto y sus otros procederes en el curso de
             la guerra, el Congreso Magno del Perú. 261

            Por otra parte Sucre implementa un rápido dispositivo para acatar las dis-
          posiciones legislativas por medio de las cuales le dan el mando del Ejército
          Unido para que procediese a la evacuación de Lima. Adorna de nuevo su
          historial de internacionalista y de hombre de Estado, con un nuevo filón de
          piramidal sensación. Dejemos que sea el historiador y general del Ejército

          venezolano Héctor Bencomo Barrios quien nos dé la información pertinente
          con sabia documentación al respecto y donde el futuro Mariscal deslumbra
          en la interpretación del Derecho de Gentes donde afianzaría su doctrina:
               Sucre aceptó el nombramiento y, a la cabeza de las fuerzas (unos
             3.500 efectivos), abandonó la capital. “Al fin hemos perdido ayer a
             Lima aunque hemos salvado el Ejército”, expresó Sucre a Bolívar en
             comunicación desde El Callao el 19 de junio. Le narra también que
             Canterac, al acercarse a la capital, había pedido 300 mil pesos, tres
             mil fusiles y 40 mil varas de paño, bajo la amenaza de saquear e in-
             cendiar la ciudad si no se satisfacía su petición. La respuesta de Sucre
             fue que los españoles hicieran lo que gustasen, entendidos que, si in-
             cendiaban la ciudad, serían degollados trescientos o cuatrocientos es-



          [ 261 ]_ Ídem, p. 240-241.
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