Page 22 - La Campaña de Quito
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Felipe de la Barra                                               21


               Aymerich se había retirado hasta Riobamba donde rehízo sus fuer-
          zas, llamando a la guarnición de Quito y remontando ventajosamente su
          caballería.
               Sucre, que ocupaba la Sabaneta, ha aumentado también sus efecti-
          vos dando de alta a muchos de los prisioneros tomados en Yaguachi y que
          voluntariamente abrazaron la causa de la independencia. Piensa ahora
          marchar a Mocha con el fin de interponerse entre el enemigo y la capital,
          ensayando así por segunda vez la maniobra que después de Yaguachi no
          llegó a ejecutar.
               Envía al coronel Yllingrot con 300 hombres, por la línea del río
          Zapotal, para interceptar en Latacunga la retirada del enemigo a Quito
          o amagar esta ciudad; y con el grueso se pone en marcha el 29. Al llegar
          a Guanujo supo que Yllingrot ocupaba Pujili y que los realistas estaban
          en Mocha.
               No le queda, pues, más recurso que ir en pos del enemigo antes de
          que se le escape; en consecuencia sigue a Mocha que encuentra ya des-
          ocupado y luego en dirección a Ambato por un camino casi paralelo al
          que llevan los realistas, con la intención siempre de cerrarles el paso a
          Quito. El 12 de septiembre, por fin, se pone a la vista del enemigo que ha
          tomado posiciones en la llanura de Huachi, en el mismo terreno donde
          González obtuviera su triunfo el año anterior.
               Sucre las ataca consiguiendo en un principio marcadas ventajas,
          pero de súbito la numerosa caballería realista carga sobre un flanco de las
          filas patriotas, introduce el desorden en ellas y termina dando la victoria
          a sus armas. Apenas si pudo escapar el general con unos 100 hombres y
          él mismo herido.

                                          * * *

               En el campo de Huachi ya fatídico para las armas patriotas, había
          quedado pues sepultado todo el ejército formado a costa de tantos es-
          fuerzos. Sin embargo, las consecuencias de ese desastre, para la causa de
          la revolución, no fueron de mayor trascendencia, porque Aymerich no
          supo explotar su victoria marchando inmediatamente sobre Guayaquil,
          que a no dudar la habría rendido a solo su aproximación, completando
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