Page 37 - Guanipa-Endenantico
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Earle Herrera














            SE LLEVARON EL RÍO


            Mi pueblo, como tantos, se levantó a la orilla de un río: el río

            Tigre, que se viene del horizonte serpenteando la Mesa de
            Guanipa. Lo escoltan a todo lo largo de su largo viaje hacia
            el sur tupidos morichales. Si la infancia del poeta Antonio
            Machado son los “recuerdos de un patio de Sevilla”, la mía
            –niñez y adolescencia– son las aguas de aquel río, su fondo

            arenoso, los meandros y el arco iris que bebía en su cabecera.
            También sus pececillos transparentes y translúcidos, como la
            piel de la Maga, aquella musa de Julio Cortázar de la que nos

            hicimos novios todos los muchachos y cronopios de los años
            60 y siguientes, hasta este sol.

                  Una vez lo quisieron secuestrar, cortar su cauce en dos

            pedazos, dividirlo en dos ríos. Los gringos de la compañía pe-
            trolera bajaron de San Tomé, su lugar de residencia y oficinas,
            le echaron un vistazo al río, escogieron su parte más ancha y
            decidieron convertirla en una piscina natural. Encementaron
            el fondo, luego de dragarlo, y a su orilla levantaron un tram-

            polín desde donde lanzar sus blancas panzas. Esa parte del
            río quedó prohibida para los nacionales y de que así fuera se
            encargaba, paradójicamente, la Guardia Nacional.


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