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Earle Herrera














            TAREK O LA POESÍA


            Allá en Anzoátegui, tierra de mi luz y mis querencias, lanza-

            ron una curiosa cuña contra la poesía. Atacar este arte, pien-
            san los obtusos “creativos” de la pieza, es disparar al corazón
            de Tarek William Saab, candidato a la gobernación de esa en-
            tidad federal. El asunto resulta más cómico que trágico, aun-
            que entraña en el fondo un doble desprecio: hacia las crea-

            ciones del espíritu y hacia el mismo pueblo anzoatiguense.

                  En la cuña de marras aparece una vejuca que se pre-
            tende voz del pueblo, exclamando frente a otro vejestorio,

            palabras más, palabras menos: “¡Imagínate tú, un poeta para
            la gobernación; esto es fin de mundo!” Soltaría uno la risa de
            no ser por el prejuicio de pueblo inculto que de la gente de

            Anzoátegui encierra ese mensaje.

                  Tarek William Saab, ciertamente, es poeta. Y lo es en
            el más alto sentido de la palabra, como lo reconociera con

            letras de admiración y elogio un escritor de la talla de Juan
            Liscano, no solo poeta él mismo, sino agudo estudioso de
            la literatura universal y de la venezolana en particular.





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