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Earle Herrera














            JOSÉ ANTONIO ANZOÁTEGUI ENTRE HURACANES


            Un libro de portada azul celeste, en una edición modesta si

            se quiere, me llegó desde Mapire, allá en el sur profundo de
            mi estado natal. Traía en sus páginas y atmósfera la arena
            fina de la sabana y las brisas con la humedad del Orinoco.
            Su autor, Leonardo Rodríguez Castillo, a quien conocí cuan-
            do ambos éramos jóvenes profesores de la Universidad

            Central de Venezuela, y militábamos en los mismos sueños
            de redención social, con Domingo Alberto Rangel (padre) y
            otros buscadores de utopías. La dedicatoria de Leonardo es

            sencilla como su persona toda, como el papel de imprenta
            por donde discurre, en lucha con el amarillo del tiempo, una
            vida huracanada: la vida fulgurante del joven general José
            Antonio Anzoátegui.


                  Si digo “huracán” debo detenerme a explicar la metáfora
            y el verbo. Por estos días de octubre y noviembre de 2015, un
            movimiento sísmico estremeció al estado Mérida. Temblores
            sucesivos se ensañaron por varios días con sus páramos y valles.

            Se trataba de réplicas, como las llaman los científicos. Pero la
            ciencia, cuando su lenguaje especializado no puede explicar los
            fenómenos, recurre a la poesía. Esa necesidad de expresión llevó


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