Page 109 - Guanipa-Endenantico
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Earle Herrera
debimos volver al “Briceño Méndez”. La amistad en el aula
se acrecentaba en la pista y el campo, bajo el ojo experto del
profesor Juan Facendo. Él me formó para las carreras de 800
y 1.500 mts, mientras Enzo se crecía como beisbolista y era
bueno en lo que se metiera: fútbol, voleibol, atletismo, un
deportista nato, como se dice. Un día de 1963 o 64, en una
ciudad inmensa, me vi en la pista del Estadio Brígido Iriarte,
con un testigo en la mano, en el relevo 4x400. Eran los juegos
nacionales juveniles. Juan Facendo me había llevado hasta
allí en la selección de atletismo de Anzoátegui. Enzo seguía
saliendo en los periódicos.
Ahora recuerdo que aquella mañana cuando le devolví
su papelito doblado, al tomarlo y guardarlo en la cartera, me
miró a los ojos y me dijo:
–Yo seré un grandeliga.
Su seguridad me desconcertó y, fuera de base, por res-
ponder algo, no sé por qué le dije:
-Entonces yo seré escritor.
Ayer la vida le bateó un rolling que le hizo “un extraño”
al guante mágico de Enzo Hernández. De súbito, se marchó
a otros diamantes. Fue uno de los mejores torpederos en este
país que es la tierra del shortstop. Me vienen los rostros de sus
amores vitales: Ellys, su esposa; Ellys María y Janet Virginia,
sus hijas.
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