Page 327 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera


                  Justamente, dicen que el teatro nació de ese verano,
              cuando las uvas estaban maduras y era tiempo de cosecha.
              Entonces, unos cuantos siglos antes de Cristo, alguien se
              disfrazaba de cabra y mostraba orondo los engreídos geni-
              tales, como retando al asombro, como reclamando, ¿Y qué
              me vas a decir, bolsa?
                  Después de todo, se trata de una parodia. El común
              imitando los desmanes del poderoso.
                  Leporello, tratando de parecerse a Don Juan. El 27
              de febrero es en el fondo un estallido de malcriadez, una
              rabieta irresistible, como esas que embargan a los chicos
              melenudos cuando el padre no satisface la petición. Pérez
              ascendió al poder en la cuerda floja de las buenas noticias.
              Si uno examina su campaña, encuentra que si bien el can-
              didato en ningún momento propone un futuro como el
              final de El mago de Oz, se hace lo que los venezolanos so-
              lemos llamar «el pendejo» y acude a mostrar con reiterado
              entusiasmo que durante su primer gobierno había pleno
              empleo y maravillas como el Plan de Becas Gran Mariscal
              de Ayacucho en unos testimoniales de esos que dicen: Yo
              antes de Pérez no era nadie, pero resulta que durante su
              gobierno, conseguí un préstamo y puse allí esa fabriquita
              y miren qué bien me fue.
                  Era de nuevo el Mago, repitiendo su campaña. ¿Y
              qué espera uno de un mago, sino un buen truco para cu-
              brir el espectáculo? Herrera y Lusinchi, sus sucesores, no
              fueron capaces de exhibirse ante el país con el pumpá y la
              varita. Pérez es un presidente show. Sus continuadores ca-
              recen de misterio. Por eso pasarían a la historia con fama
              de haber protagonizado gobiernos corruptos a secas. Al
              concluir el gobierno de Lusinchi, el Banco Central de Ve-
              nezuela tiene apenas doscientos millones de dólares, justo

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