Page 329 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera
Pero era como pedirle al Gran Houdini, que días antes
del debut de un nuevo espectáculo hubiese declarado
a la prensa:
—Este show que vamos a hacer es de tipo sencillo, pero
malito, y ni se puede comparar con el que les hice hace diez
años. Aquello sí fue show… esto, ni a obertura llega.
El país, sin embargo, contempló con cierto asombro las
primeras hazañas del bambino de Rubio. El viaje a los Emi-
ratos Árabes, la entrevista con Bush, el alza de los precios
del petróleo a razón de dieciocho contundentes por barril,
la intempestiva visita del FMI y luego los catorce estadistas
en la solemnidad del Teresa Carreño, encabezados nada
menos que por el Chico Portentoso del Caribe. Aquello so-
naba a cohete, a magnificación; aquello dejaba en sombras
diez años de melancolía rutinaria y tisanita de escaso clima.
Aquí volvía Pérez y su costumbre. El telón iba a abrirse y
el Mago, al compás quién sabe si de la Octava Sinfonía de
Mahler con sus mil voces, iba a sacar del sombrero, no digo
un conejo, sino una granja completa, un milagro de liebres
saltarinas, de decretos espectaculares, como aquellos de la
pasada temporada donde los cuidadores de sanitarios y los
ascensores a juro nos convirtieron en un país digno de fi-
gurar en el anuario Guinnes con el slogan de ¡Visite Ve-
nezuela y jamás sentirá una sensación de soledad en un
ascensor ni mucho menos en un sanitario público!
Pienso que ese era el tipo de cosas que esperábamos de
nuestro Houdini, un hombre que siempre nos dio buenas
noticias y grandes alegrías.
Pero apenas se había disipado el festín iniciático, el
opening del gran espectáculo, cuando los redoblantes nos
anunciaban que el Mago estaba a punto de deslumbrarnos
con su primer truco, resulta que del sombrero no sale
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