Page 306 - Fricción y realidad en el Caracazo
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ficción y realidad en el caracazo
que ocupó los grandes titulares de la prensa nacional e in-
ternacional. Pero, si de algo ayuda vivir en este «Beirut tro-
pical» es que uno aprende a conversar con la muerte, como
afirma Cándida, una mulata del barrio que igual condena a
los francotiradores como a los efectivos que disparan indis-
criminadamente «Que Dios me diera un poder, mija, para
convertirlos en sal, a tantos locos sueltos y gatillos alegres».
«En este país te etiquetan según el sitio donde vivas»,
expone Aquiles Frías mientras una joven hermosa, blanco
de los piropos a la salida del ascensor, nos aconseja. «Mira
amiga, no pongas nada bueno de este infierno. Aquí lo
que hay es vagos con V mayúscula e intermitente… puros
malandros que lo único que hacen es molestar a los demás»,
mientras un adolescente, altísimo, refuta: «Aquí vive gente
trabajadora, profesionales, médicos, profesores, artistas…
y hasta un mayor que trabaja en Miradores y a él también
le agujerearon la casa».
—Chama, esto es un cría fama y acuéstate a ver la
televisión. Mira lo que pasó con Alirio, que lo mataron
malamente…
Ciertamente, la muerte de Alirio José Núñez Cañi-
zales, más inesperada que las otras, debería llamar la aten-
ción. Veinte años. Se vino del Zulia a Caracas en busca de
trabajo, luego cuando salía de la estación del Metro Agua
Salud, una bala acabó con las ilusiones de quien se ciñó
a triunfar en una ciudad que no tuvo tiempo de conocer.
«Cuando lo mataron, ya tenía cinco horas en el suelo.
No me dejaron llevarlo al hospital», refiere atribulado su
primo Sergio Cano.
—Era el mayor de siete hermanos y su madre todavía
está como loca, desconsolada. No hay razón…
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