Page 24 - Fricción y realidad en el Caracazo
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ficción y realidad en el caracazo
Cayó el edificio colonial, pero no existía una estruc-
tura republicana sobre la cual levantar un nuevo orden
institucional. La cohesión de los primeros años de vida
independiente se mantenía gracias al liderazgo y pres-
tigio de los próceres de la Independencia, no sin altibajos.
Consciente de esta realidad, las últimas palabras de Simón
Bolívar, en su lecho de enfermo, son porque «cesen los
partidos y se consolide la unión». Ni lo uno ni lo otro.
Ningún orden se puede mantener sobre el puro liderazgo
y prestigio de los próceres. Más cuando cada general de la
independencia se creía con derechos sobre su región, ese
pedazo de llano o de montaña que defendió o liberó con
su espada y sus lanceros.
Así, entre conspiraciones y desencuentros de los anti-
guos camaradas de armas, las escaramuzas y montoneras
locales van a desembocar, por 1859, en la guerra Federal,
llamada también la guerra Larga: una guerra civil que du-
rará cinco años, sembrando la destrucción donde los ejér-
citos libertadores quisieron sembrar la esperanza. Los
generales se hacen latifundistas y dueños de la vida y la ha-
cienda de todos los venezolanos. Lo que no se puede robar
se incendia y la única salvación de la guerra es la guerra:
meterse en ella. Es lo que le queda al campesino sin arado
y sin conuco, sin choza y sin montura. La guerra, o refu-
giarse en el monte donde lo espera otro general no menos
implacable: el general paludismo.
Tampoco el fin de la guerra Federal va a significar el
advenimiento de la paz. El país está infestado de caudi-
llos locales que se niegan a someterse al poder central. Por
esos Llanos sin ley, la única ley es la que ellos imponen
con sus balas, lanzas y machetes. Los alzamientos y mon-
toneras son el pan de cada día. La violencia armada dará al
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