Page 22 - Fricción y realidad en el Caracazo
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ficción y realidad en el caracazo


                La lucha por la Independencia aumenta su intensidad
            con el Decreto de Guerra a Muerte, emitido por Bolívar
            en 1813, y alcanzará magnitudes sin parangón en Hispa-
            noamérica. Los ejércitos enfrentados arrasarán todo a su
            paso, hasta que los mismos jefes patriotas y realistas en-
            tienden la necesidad de regularizar y normar la cruenta y
            encarnizada lucha armada. Ello es lo que se busca en el cé-
            lebre encuentro de Simón Bolívar y el general español Pablo
            Morillo en Santa Ana, Trujillo. Se trataba de «humanizar
            la guerra», en la apreciación de algunos historiadores.
                Fueron once años de cruentas batallas, con triunfos y
            derrotas de lado y lado. Los campos ardían, la población
            joven era diezmada, las ciudades saqueadas y la economía
            arruinada. Las ejecuciones sumarias y las enfermedades
            hacían el resto.


                  La forma en que se desarrolló en Venezuela la guerra
                  de Independencia significó la destrucción completa del
                  orden colonial que el imperio español había ido cons-
                  truyendo paulatinamente durante tres siglos. Era aquella
                  una estructura social y política de castas y privilegios, en
                  la que los criollos de clase alta no podían aspirar a una
                  representación política mayor que la que lograron ejercer
                  en los cabildos. Las leyes, la maquinaria del Estado, los



               setenta y cuatro años, Venezuela tuvo treinta y nueve revoluciones
               (…). Pero además, en esos setenta y cuatro años hubo otros ciento
               veintisiete alzamientos, cuartelazos, asonadas,  invasiones y
               motines diversos». Esta realidad histórica lleva a Domingo A.
               Rangel a escribir que «el siglo XIX (…) fue una época sombría
               para Venezuela» (Venezuela en tres siglos, Catalá-Centauro,
               Caracas, 1998, p. 32), es decir, según sus palabras, la crónica de
               una carnicería que no concluye jamás.
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