Page 224 - Fricción y realidad en el Caracazo
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ficción y realidad en el caracazo


            El narrador, al plasmar este contraste, eleva el dramatismo
            de la situación de los dos soldados.
                Y otra imagen: el recluta Calzadilla voltea y no hay
            nadie a su lado. Más allá, un casco. A su compañero le re-
            ventaron el cráneo de un tiro. Ya no necesita órdenes para
            actuar. Levantó su fusil y frenéticamente empezó a dis-
            parar contra la multitud que bajaba del cerro. El cuadro
            del soldado disparando indiscriminadamente se repitió
            por toda la ciudad, eso fue lo que ocurrió en la realidad.
            Al descargar Calzadilla su arma, el final del relato queda
            como pendiendo de su frase-eje: «Sudor. Cansancio. Ten-
            sión. Miedo. Odio». Pero ojo: una palabra se agregó a la
            frase: «odio». Y la frase no se cerró con un punto y final,
            sino que se prolongó en un punto suspensivo. El odio, la
            ira frente a su compañero abatido, hizo que el soldado su-
            perara su miedo, reaccionara y actuara. Lo trajeron para
            que disparara y eso hizo; la orden que esperaba se la dio
            la realidad. ¿Odio contra quién? Contra la muchedumbre
            pero, una vez desaparecida esta, ¿contra quién? Al fin y al
            cabo, el soldado Calzadilla pertenece a ese pueblo mar-
            ginal y marginado que bajó de los cerros. Si no de los
            campos olvidados, de allí salen los reclutas. Hubo una
            reacción inmediata y, descargada el arma, consumada la
            venganza y desahogada la ira, quedó allí, cerrando el re-
            lato, una palabra —odio— y tres puntos suspensivos. Una
            construcción polisémica, sin duda, que requiere conocer
            el referente histórico del relato para que el lector pueda
            aproximarse a lo que quedó anidado en el alma del sol-
            dado Juan Alberto Calzadilla. Y también, en la de los po-
            bres del cerro que vieron caer a los suyos bajo los disparos
            de la fusilería.



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