Page 45 - El Credo de Aquiles Nazoa
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usco a Rainer María Rilke en las espinas de
Blas rosas y no hallo la que le quitó la vida por
el amor de una mujer. Los pétalos la esconden, las
abejas la defienden, un colibrí la oculta bajo su mí-
nimo arcoíris. Lo busco en las cartas que escribiera
a un joven poeta, en las respuestas que no llegaron,
en las letras que un polvo amarillo hace invisibles.
Lo busco en sus elegías, más allá de Duino, cerca de
Trieste, y los ángeles a los que cantara lo transmu-
tan, las cosas a las que amó con reverencia lo trans-
migran, la muerte le insufla una vida que nos burla
y los hace ubicuo e inasible. Rainer María Rilke no
se encuentra, vuelva mañana.
Sus biógrafos me dan una fecha y lugar de naci-
miento: Praga, 4 de diciembre de 1875 para orien-
tarme. Agradezco la ayuda pero me sirve de poco,
frente a quien física y espiritualmente cambiaba
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