Page 41 - El Credo de Aquiles Nazoa
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ni siquiera con la muerte, la mariposa que fue
Ángela Isadora Duncan quedó inerte: ese día em-
pezó la leyenda que no murió, en el decir y cantar de
Tite Curet. Ese día, frente al Mediterráneo, el vuelo
triunfal que comenzó tímidamente en el taller de
danza de su madre, alcanzó las estrellas y arropó el
firmamento.
Llegó al trópico como las aves y mariposas mi-
gratorias. Tite Curet Alonso la metió en su inspira-
ción y la hizo letra y música. Pero fue la maravillosa
voz de Celia Cruz la que nos la dio a conocer. Celia
con toda su voz, con todo su baile, con todo su arte,
presentándonos a Ángela Isadora Duncan. Era lo
clásico presentándose a través de un ritmo y género
popular: la salsa. Con la misma nostalgia con que
conocimos a Camilo Manrique. Isadora Duncan
encajaba en nuestro realismo mágico garcíamar-
quiano; en lo real maravilloso americano que deve-
lara Alejo Carpentier desde El reino de este mundo.
Cuando bailó se liberó tal vez
Auténtico fue el mensaje de Isadora
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