Page 39 - El Credo de Aquiles Nazoa
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gavilán de los llanos? ¿Has levitado para entrar al
sueño o sales del sueño levitando?
¿Sí? Entonces te aproximas a Isadora Duncan,
pero no la alcanzas. Ella es inalcanzable, aunque te
espere. Y es inasible, aunque la tomes por el talle,
leve, terrenal. Isadora nunca se desvanece y cuando
parece hacerlo, es para descender sobre los ojos de
las bestias y beber las lágrimas –la sal de sus ojos–
de los cocodrilos del markerting. Esas lágrimas
nunca cristalizan.
El periplo existencial desde su nativa California
(26 de mayo de 1877) al Moscú del legendario
Bolshói, la muerte de sus dos hijos al caer el auto
donde iban al río Sena, su matrimonio con el poe-
ta ruso Serguéi Yesenin (diecisiete años menor
que ella), las tormentas y separación, el suicidio
del joven poeta, su propia muerte estrangulada
por su larga bufanda (estola de seda) al enredarse
esta en la llanta del auto donde iba, ponen un tono
trágico en el aura del ángel que elevó la danza a las
galaxias.
Cincuenta años no es una buena edad para mo-
rir, pero es discutible si es la adecuada para entrar
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