Page 46 - El Credo de Aquiles Nazoa
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con frecuencia de lugar y fecha. Lo busco en una

               casita de campo, una taberna del camino, un bo-

               hemio café citadino o un castillo. Acaba de salir.
               Respeté sus frecuentes visitas a las alcobas de las
               damas de la aristocracia y la realeza. Mucho más a

               los cuartos –¿veis la diferencia?– de las mujeres sin

               títulos, poetisas para peor fama, escultoras, en fin,
               creadoras o soñadoras que incordiaron sus sueños
               y, más de una vez, su realidad. ¿Cuál fue la realidad

               de o para Rainer María Rilke?

                   Un historiador me reveló que fue uno de los
               poetas más importantes de principios del siglo
               XX, muy admirado en su tiempo, cosa rara. Unos

               lo llaman caminante, otros trashumante, bonitas

               palabras. En mi tierra lo habrían despachado como
               vagamundo o simplemente, vago. Renunció a todo
               trabajo para trabajar en la poesía, extraño oficio. En

               mi país, cuando a alguien lo saludan: “Hola, poe-

               ta”, se defienden en el acto: “Más respeto, yo traba-
               jo”. Ese concepto de poeta es el que asume Rainer
               María Rilke, el que nos abre sus libros y su alma, el

               que se entrega íntegro a la poesía, el que nos acerca

               a su espiritualidad.



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