Page 49 - El Credo de Aquiles Nazoa
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Qué decir del Aquiles Nazoa que le escribe
con amorosa prosa a las ventanas de Caracas, a las
violetas, a los grillos “que pueblan la noche de má-
gicos cristales”, a la piedra del amolador “que vive
de fabricar estrellas de oro con su rueda maravillo-
sa”, en fin, a sus muñecas de trapo.
Un poeta entregado en cuerpo y alma a la
poesía es un santo, un ángel –diría Rilke– o un de-
monio. Pero la poesía también está en la carne, en
lo sensual, en lo sexual: “…en un sentido elevado,
amplio, puro, libre de suspicacias de iglesia”.
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Así lo creía Rilke y así lo practicó en su vida de
amante impenitente, de seductor de damas de la rea-
leza, condesas, marquesas y duquesas, no para que
lo sacaran de la intemperie, como cuchicheaba la crí-
tica, sino para serle fiel a su creencia, a su concepción
del amor y, en medio de tantas alcobas, ser siempre
un solitario. Por eso Aquiles rezó en su Credo:
Creo en Rainer María Rilke, héroe de la lucha
del hombre por la belleza, que sacrificó su vida
al acto de cortar una rosa para una mujer.
6 Idem. Cartas a un joven poeta. p. 21.
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