Page 54 - El Credo de Aquiles Nazoa
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Fue  un adonis,  de cuerpo  perfecto, según los

               galenos que certificaron su muerte. Mujeriego y

               mil amores, lo habría bautizado el México de Juan
               Charrasqueado; hembrero, sería la etiqueta en las
               esquinas populares de Venezuela; como seductor, lo

               distinguió la Europa romántica. Aventurero, rebelde,

               inconforme y, para muchos biógrafos, desadaptado.
                   Seguimos buscando sus méritos para ocupar
               un espacio –unas líneas– en el Credo de Aquiles

               Nazoa. Fue un amante precoz. Tuvo la temprana

               fortuna de que su madre lo entregara de niño a una
               institutriz –Mary Grey– libidinosa, calvinista y cre-
               yente, quien lo inició en el sexo, el vino y las en-

               señanzas bíblicas. Era un angelito revoloteando no

               precisamente entre ángeles. También precozmente
               conoció el despecho –esa especie insondable de
               desolación– al ser rechazado por su prima Mary

               Duff, por considerarlo demasiado “jojoto”. No

               todo fue dolor porque este guayabo lo impulsa a
               escribir sus primeros poemas. Seguiría enamorán-
               dose de sus primas, medias hermanas y de cuanta

               dama formara parte de su entorno o se acercara al






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