Page 55 - El Credo de Aquiles Nazoa
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mismo. El joven Byron andaba siempre listo para el
asalto, por lo general consentido.
Como Rilke, frecuentó las alcobas de las fémi-
nas de la realeza, como este, fue un irreverente y un
viajero impenitente. En el campo del amor, fue más
lanzado que el poeta de Praga. No discriminaba en
ningún aspecto. El narcisismo no lo maniataba.
Vivió de prisa, como si presintiera su rápido trán-
sito por la vida terrenal. Le faltaría tiempo para la
guerra y para el amor.
Fue un defensor de las causas justas y de la auto-
nomía de los pueblos. Por eso decidió enrolarse en
la guerra por la independencia de Grecia frente a los
turcos. La fiebre le impidió librar las batallas para las
que se alistaba. La muerte siempre se enamoró de los
románticos. Morir en un barco que navegaba hacia la
guerra fue una apuesta poética del romanticismo.
Hay destinos parecidos que no se conocieron.
De haber ocurrido el encuentro, habría acompaña-
do a Isadora Duncan a bailar sobre las sepulturas
de los cementerios. Con Rainer María Rilke, ha-
bría amarrado la apuesta para ver cuál de los dos
alcanzaba primero el amor de una duquesa, una
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