Page 286 - Agroecologías insurgentes en Venezuela Territorios, luchas y pedagogías en revolución
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286 | Agroecologías insurgentes en Venezuela
instituciones como el Instituto de Salud Agrícola Integral, el Ministerio
del Poder Popular de Comunas y Movimientos Sociales, la Fundación
para la Capacitación e Innovación para Apoyar a la Revolución Agraria
(Ciara), el Instituto de Nacional de Investigaciones Agrícolas (INIA) o el
propio Ministerio del Poder Popular de Agricultura Urbana; e igualmente
importante su calado en el sistema educativo nacional. Estos espacios
alcanzados se convierten en bastiones fundamentales para la resistencia,
ante los continuos amagues del sistema agroindustrial por reconstituirse
en hegemón, y para el desenvolvimiento de una, más profunda,
más consciente, más comprometida, planificación de las políticas
agroalimentarias del país, desde una conceptualización agroecológica
(Domené-Painenao et al., 2015); en ambos escenarios, la responsabilidad
recae en el tejido sociocomunitario que se ha constituido alrededor de la
tríada, otrora fragmentada, de alimentación-agricultura-salud.
La agroecología en los territorios: un espacio para un debate vital
Ha sido, quizás, en el terreno de la Venezuela rural, de donde
han emergido los debates, encuentros, tensiones, con mayor riqueza
epistémica y, simultáneamente, más provechosos para la conformación
del marco conceptual y legal, descrito en la sección previa. Primeramente,
es en el campo donde se ha producido el despojo de tierras a los
campesinos e indígenas, donde se han impuestos paquetes tecnológicos
y rubros foráneos, y donde han acontecido numerosas luchas a lo largo
de la historia republicana del país, con más reveses, traiciones y engaños,
que victorias. Sin duda, en estos territorios late una memoria histórica
viva y sedienta de justicia moral y social. Por otra parte, los forjadores
del imaginario moderno/tecnológico/petrolero de la Venezuela del
siglo XX se apoyaron en la cultura, la estética y la historia rural como
la antítesis del proyecto país que labraban; con ello, se construyó una
subjetividad urbana a expensas de la negación o invisibilización de
culturas reales y tangibles, que, llegado el momento y las condiciones
apropiadas, demandaron su espacio en todas las dimensiones de la vida
pública. Finalmente, es de interés destacar que, de manera análoga al
hecho de que Europa arrojó a los territorios de América al balde del
no-ser —inferior, salvaje o, simplemente, naturaleza—, en nuestro país se
desató una suerte similar contra las culturas del campo desde las ciudades
modernas, educadas y desarrolladas del país, a lo largo del pasado siglo;