Page 162 - Agroecologías insurgentes en Venezuela Territorios, luchas y pedagogías en revolución
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Ante esta situación, el Estado necesita crear nuevas estructuras
académicas y, en algunos casos, la transformación de las existentes.
Desde entonces, este proceso ha presentado diversas
reconfiguraciones. Aparecen nuevos programas curriculares,
orientados a la creación de una matriz para la agroecología,
como ciencia y práctica (Domené-Painenao et al., 2015). Para ello,
se implementan políticas públicas, entre las que destacan políticas de
inclusión educativa, con la meta de saldar la deuda social propiciada
por gestiones políticas anteriores (D’Amario, 2009; Chiroleu, 2009).
De esta forma, aparecen las misiones educativas y procesos como la
municipalización o territorialización de la educación (D’Amario, 2009;
Castellano, 2011).
También surgen otras formas de compartir conocimientos aprendidos
desde la agroecología, en ámbitos informales, a partir del aprovechamiento
de la brecha que dejan las instituciones, las cuales han permitido la
construcción de procesos sociales más autónomos desde los territorios
(Domené-Painenao y Herrera, 2019). Un fenómeno visible recientemente,
que aparece, además, como fruto de la promoción de la agricultura urbana,
por un lado; pero, por otra parte, por la reaparición de una memoria
campesina, que retorna a los orígenes de las migraciones campo-ciudad
(Morales, 2009; Herrera et al., 2017).
Todas estas dinámicas han impactado sobre los territorios. Primero,
en la cantidad de programas formales e informales que se establecen y
se consolidan en múltiples espacios del país. En segundo lugar, en las
formas, tanto de estrategias como metodologías, en las que se imparte la
agroecología; y tercero, las transformaciones y dinámicas en la relación
instituciones-comunidades. Esta última derivada de la inclusión de un
nuevo profesional en las instituciones públicas que tiene influencia en
la construcción de políticas públicas, así como de su relación con las
comunidades, pero también del reconocimiento de “otros” actores
(campesinos, indígenas, mujeres, etc.) que se visibilizan y asumen nuevos
protagonismos, desafiando la lógica del modelo educativo tradicional
(Mosonyi, 2008; McCune et al., 2014).
Sin embargo, es muy prematuro concluir que hay una nación
agroecológica. Estos procesos están entretejidos entre contradicciones y
resistencia de los viejos espacios de poder (Sandoval, 2010), lo que limita
los avances esperados. Pero sí podemos demostrar que la existencia de