Page 405 - De Angostura a Colombia EL COMBATE POR LA LIBERTAD Y UNA MAGNA REPÚBLICA EN 1819
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presente, viciada en sus costumbres por Europa, sino en la heredera
que podría moldear para tal fin.
La respuesta bolivariana a esta proposición fue de total negativa. El
Fósforo… nº 16 (23 de mayo de 1823) insertó una réplica sin firma que
censuraba lo anterior. El autor señaló que si existían solo dos clases de
colombianos, el primitivo y el imitativo de Europa, cómo encontrar a
esos cinco o siete prohombres que no arrastrasen consigo estos defectos.
Asimismo, reemplazar un cuerpo colegiado como el areópago por un
grupo de hombres con atribuciones totales sobre la educación y la
moral atacaría los derechos individuales y pondría en riesgo el obrar
con absoluta perfección contra la pasión, el odio o la ignorancia:
Nosotros afirmamos que el respetable y singular estableci-
miento del areópago en nada ataca la garantía personal ni la
seguridad individual. El ciudadano puede tener las opiniones
que quiera, él puede obrar libremente en todo. Allí no se trata de
religión ni de creencias. Lejos de ser una inquisición, el público
entero viene a ser el juez; el escándalo es el único acusador que se
admite: y el día en que cualquier ciudadano llegue a despreciar
la opinión pública, se pone de hecho fuera de la autoridad del
areópago. Puede estar más conservada la libertad! El areópago
es verdad que en cierto modo forzará a los colombianos a ser
virtuosos; pero ese es el objeto .
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[36]_ El Fósforo…, 23 de mayo de 1823, nº 16, pp. 119-120. Bolívar quedó muy
complacido con la defensa hecha en ese número. Desde Guayaquil, el 15 de junio
de 1823, escribió a José Rafael Arboleda y Arroyo: “Ha dicho muy bien El Fósforo,
número 16, que no hay inquisición en aquel establecimiento porque es el escándalo
el que acusa, y el escándalo es la voz pública horrorizada del crimen y, por lo mismo,
no hay tal inquisición. Defienda Vd., mi querido amigo, mi poder moral: yo mismo
que soy su autor no espero para ser bueno sino que haya un tribunal que condene lo
que las leyes no pueden impedir; quiero decir, que mis propias flaquezas no esperan
para corregirse sino un tribunal que me avergüence. Este móvil de la vergüenza es el
infierno de los despreocupados y de los que se llaman filósofos y hombres de mundo.