Page 20 - De Angostura a Colombia EL COMBATE POR LA LIBERTAD Y UNA MAGNA REPÚBLICA EN 1819
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a poner punto y final a los de su propia sangre. ¿Ante semejante “fresco
de la muerte” qué puede hacer un humilde tragalibros, un intérprete de
papeles empolillados? Pues mucho: su titánica labor es conjurar el olvi-
do, sin dejar de lado nunca que la memoria es un derecho de los más y
una categoría de pensamiento de los menos.
II
Es responsabilidad moral del historiador darle una interpretación críti-
ca del pasado, sin obviar que en el heracliteano río del tiempo no hay
nada muerto. Desde el parlamento al cine, desde la prensa a los libros,
la memoria nos pide a gritos que no creamos el repetitivo cuento que
nos narraron y nos narran. De tal manera que historiar es la brega del
pensamiento en la que la reláfica tradicional debe ser suspendida o con-
fiscada. Si escribimos historia es porque requerimos reivindicar la me-
moria agobiada por un discurso que privilegia las minorías solapando
soledades y dolores. Bajo esta perspectiva es iluso suponer que el pasado
pasó, y nos perdonan la tautología. El pasado nos explota permanente-
mente en la cara, dándole sentido a nuestro presente. Pero no cualquier
pasado, sino aquel que encuentra en la memoria colectiva —nunca neu-
tra, siempre arbitraria, selectiva, reconstructiva— el núcleo central de
un relato inclusivo y emancipador. Una memoria colectiva que rompa
con los forjadores de mitos de poderes selectos y que abra la posibilidad
de sensibilidades, imaginarios y autoestimas consustanciadas con luchas
populares y alternativas alentadoras de utopías concretas.
III
En su sentido más amplio vemos la Historia Insurgente como una
propuesta científico-política prohijada en el marco de la Revolu-
ción Bolivariana, que se alimenta de los mejores aportes y tendencias