Page 105 - De Angostura a Colombia EL COMBATE POR LA LIBERTAD Y UNA MAGNA REPÚBLICA EN 1819
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obedeció mecánicamente a los cambios políticos que comenzaron a dar-
se en España con la invasión de las huestes napoleónicas y la abdicación
de Carlos IV y de su hijo Fernando VII, a favor de José Bonaparte. Rom-
per con siglos de sujeción nunca es obra de individuos esclarecidos; se
trata de procesos que toman por lo menos dos o tres generaciones para
completarse. Por eso, para entenderlo cabalmente, es imprescindible ras-
trear el curso histórico de las ideas que lo van a hacer posible.
En todos los casos de ruptura colonial son tres las condiciones funda-
mentales que deben cumplirse. La primera de ellas es tener conciencia
de que el sistema impuesto y que hemos internalizado como “natural”,
es un sistema que se ha consolidado sobre la negación de nuestra propia
diferencia, sobre la negación de nuestra alteridad. Es decir, la ruptura
comienza desde el momento en que empezamos a tener conciencia de
que somos OTRO que el sistema imperante, y que, por tanto, tene-
mos derecho a decidir y desarrollar nuestro propio proceso histórico.
Esta conciencia se puede expresar como conciencia de nuestra propia
identidad. En Nuestra América, la formación de esta conciencia de
una identidad propia fue surgiendo y ocupó por lo menos la segunda
mitad del siglo XVIII; periodo en el cual se manifiesta expresamente
una reivindicación de la naturaleza americana, tan negada no solo desde
los primeros cronistas sino por autores de gran influencia en ese siglo
como Buffon y De Pauw. Igualmente se puede comprobar una defensa
organizada de la diferencia cultural, ya en conjunción con reclamos
de derechos políticos, comerciales, etc. Vale señalar aquí los aportes de
los jesuitas expulsos en 1767, quienes van a dar a conocer en Europa
una visión distinta a la que había hecho prevalecer España sobre sus
posesiones americanas. Ejemplo de esta nueva actitud lo constituyen
Francisco Javier Clavijero y su Historia antigua de México (1780) y el
abate Juan Ignacio Molina, con su Compendio de la historia geográfica,