Page 211 - América Latina. Huellas y retos del ciclo progresista
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son los ejemplos más claros: Michel Temer pasó de principal aliado
del PT a artífice de la conspiración; lo mismo hizo Federico Franco,
vicepresidente de Fernando Lugo. En Argentina, el kirchnerismo de-
cidió recostarse centralmente en el aparato del Partido Justicialista
(PJ), con su estructura de gobernadores e intendentes conserva-
dores, lo que le quitó sustento al relato de la “nueva política”. Toda
proyección a futuro deberá desafiar la esencia representativa formal
naturalizada por buena parte de los gobiernos del ciclo progresista.
La democracia “participativa y protagónica”, plasmada en la Consti-
tución chavista y materializada en el proceso comunal, da cuenta de
que es viable intentarlo. A fuego lento –y no sin tensiones con parte
de la propia burocracia oficial–, ahí hay un legado concreto para
irradiar al resto del continente.
8. Combinar las diversas formas de lucha. Si bien la vía electoral
se legitimó a fuerza de resultados favorables, también encontró sus
claros límites. El golpe militar en Honduras y los golpes institucionales
en Paraguay y Brasil demuestran que la derecha no tiene empacho
en violentar sus propias reglas de juego. En los últimos años se ex-
tendió el asesinato de líderes sociales chavistas a manos de sicarios
y paramilitares, que replican métodos contrainsurgentes extendidos
en México o Colombia donde, por décadas, surgieron guerrillas en
las zonas campesinas como autodefensas para repeler la violencia
contra las comunidades. Si bien la lucha armada como vía de acceso
al poder cedió terreno ante los procesos electorales, a futuro no está
tan claro que alcance con la mera disputa institucional (necesaria, en
la que se acumuló valiosa experiencia en los últimos años) para que
proyectos populares se sostengan o puedan profundizar un programa
anticapitalista. La movilización en las calles es imprescindible pero
no siempre suficiente ante la violencia abierta o selectiva. Aprender
de los reveses recientes implica tomar nota de la necesidad de de-
sarrollar diversas formas de lucha, apelando a la autoorganización y
previendo mecanismos de autodefensa.
9. Más debate, más autocrítica. El pensamiento crítico, el libre
ejercicio de la autocrítica a la hora de evaluar errores e intentar rec-
tificar, se vuelven prácticas imprescindibles para cualquier proceso
de cambios que debe crear y recrear en medio de permanentes
escenarios de confrontación. También en eso Chávez predicó con
el ejemplo, al proponer críticas sin medias tintas a su propio gobier-
no, “golpes de timón” y frecuentes replanteos sobre el curso de la
Revolución Bolivariana. “De la autocrítica surge siempre la fuerza
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