Page 212 - América Latina. Huellas y retos del ciclo progresista
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para el reimpulso”, expresó alguna vez. García Linera se atrevió, en
            el último tiempo, a exponer conceptos críticos hacia el ciclo pro-
            gresista, como los que recoge este libro. Pero esas dos menciones
            resultan,  sin  embargo,  excepcionales  en  un  panorama  en  el  que
            predominaron discursos oficiales soberbios, descalificaciones a la
            menor disidencia y escasos sinceramientos de los pasos en falso. Lo
            que es pertinente señalar en los líderes de estos procesos, se vuel-
            ve imperdonable cuando es la propia militancia popular la que se
            muestra dispuesta a justificar lo injustificable o mirar para otro lado
            cuando desde los gobiernos se pacta con sectores conservadores o
            se confronta a comunidades en resistencia.
            10. Potenciar la integración económica continental. Durante el ci-
            clo progresista que analizamos, la novedosa arquitectura del regio-
            nalismo latinoamericano no tuvo su correlato en la coordinación de
            políticas macroeconómicas. Aun en los mejores años, el comercio
            intrarregional nunca superó el 15 por ciento del total de las exporta-
            ciones (en la Unión Europea alcanza el 63 por ciento). El Banco del
            Sur, que fue anunciado en 2007 y nunca terminó de tomar cuerpo, es
            la más clara evidencia. La tan mentada “nueva arquitectura financie-
            ra” no avanzó mucho más que en los discursos. Creemos que sólo
            desde una decidida integración económica América Latina podrá
            tener peso para alterar la relación de sumisión al mercado mundial.

                                        *  *  *

            Más allá de la deriva futura de este ciclo, entendemos como principal
            conclusión que el reflujo de los progresismos evidencia el fracaso
            del capitalismo “bien administrado”, “serio” o “con rostro humano”.
            Esas precisiones se montan sobre otra certeza cada vez más irrebati-
            ble: el fracaso del capitalismo en sí, más allá de cualquier apellido o
            adjetivación. Los proyectos tibios, moderados, que no se animaron a
            profundizar o al menos esbozar intentos poscapitalistas, terminaron
            abonando el terreno para el retorno de los dueños de todas las cosas.
             Como contrapartida, la izquierda latinoamericana recuperó, en el
            marco del ciclo progresista, un paradigma de acumulación de fuerzas
            y ejercicio del control del Estado que resultó compatible con el empo-
            deramiento popular y las perspectivas de cambio estructural. Ese pa-
            radigma, más que en los gobiernos pos-neoliberales de conjunto, se
            hizo carne en la experiencia más avanzada en la región, la transición
            venezolana a lo que Chávez definió como Socialismo del siglo xxi: una
            combinación de disputa de las instituciones del Estado, desafío a los

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