Page 122 - Yo quiero ser como ellos
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CHAVEZ Y JOSE VICENTE RANGEL
EN OLOR DE TEMPESTAD
Cuando uno andaba por esos caminos de Dios se conseguía
con mucha gente que quería hablar con el presidente Hugo Chávez
Frías. A lo mejor siempre fue así con respecto a todos los jefes
de Estado, sólo que con líder de la revolución bolivariana veían
más factible y cercana esa posibilidad. Los aspirantes a una
conversación presidencial, más allá de los millones de ciudadanos
que querían pedir o solicitar algo, eran personas de todas las
clases sociales y nivel de educación, desde el hombre o mujer
beneficiario de la misión alfabetizadora, hasta el académico con
postgrado y libros publicados. Advertían que no iban a pedir,
sino a suministrarle alguna información de vital importancia o
a plantearle soluciones para los problemas más urgentes del país.
Conscientes de las múltiples ocupaciones del primer mandatario,
garantizaban que necesitaban muy poco tiempo; algunos llegaban
hasta fijarle duración a la hipotética y anhelada entrevista: sólo
diez minutos, cinco nada más, con tres me basta para decirle lo
que le tengo que decir.
Hace mucho tiempo una disciplina, profesión u oficio
–el periodismo- apareció para satisfacer esa necesidad de
comunicación de los ciudadanos con sus gobernantes, entre otros
propósitos igualmente importantes. La entrevista fue el género
periodístico ideal para alcanzar ese objetivo. Desde la época
romántica del periodismo decimonónico, o muchísimo antes,
desde la galaxia de Gutenberg hasta la aldea global de Mc Luhan,
con cada medio imponiendo sus exigencias, lenguaje y métodos, el
entrevistador permitió a la mujer y al hombre de a pie, al ciudadano
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