Page 116 - Yo quiero ser como ellos
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POR LOS CAMINOS DE WILLIAN LARA
Me llegó el golpe del río de tu penúltima batalla
con un rumor de noticia que hiere. Me alcanzó en la Mesa de
Guanipa, donde los llanos del Guárico empalman con la sabanas
de Anzoátegui. Llegó esa noticia, Willian, flotando en las alas
del Anima de Taguapire, tremoló como bandera en el atardecer
de Pariaguán y me paralizó en la nochecita de El Tigre, donde
todavía se desangra algún mechurrio.
En esta tierra de horizontes circuidos de horizontes,
me vino todo dolido Jorge Manrique: “Nuestras vidas son los
ríos/ que van a dar a la mar/ que es el morir”. No siempre es así,
Willian. Morir en el río es una forma de vivir si fue fecunda
la vida, de regar existencias, fertilizar esperanzas. Si en un
momento sucumbiste a la fuerza del río, fue para emerger
como ejemplo y nadar para siempre, transmutado en remero de
sueños, navegante de amores, veguero de amaneceres.
Ya percibía algo extraño en las tenues estrellas de
la noche sabanera. La noticia me lanzó a la Tierra de Nadie,
allá en la UCV, donde bajo el reloj se recortó tu figura. Te vi
rebuscar libros por los pasillos de Ingeniería y Humanidades.
Entonces eras un muchacho delgado, reservado como buen
llanero, sediento de saberes. El viejo Marx que llevabas ese
mediodía bajo el brazo callaba su dialéctica.
No sé si Dios comete inconsecuencias, pero Orlado
Araujo le atribuyó una, cuando murió su amigo Alberto Arvelo
Torrealba, el poeta barinés que nos legó la canta de “Florentino y
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