Page 95 - Soy tu voz en el viento
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brazos, manos, clavículas, tobillos
en la repuesta forma del ágil movimiento
retornado a la parte resentida.
Un llanto con el otro se juntaron
para llorar tu muerte inconsolable,
madre de abandonados,
protección de los tristes.
Donde estuviste, siempre estuvo presta
tu mano generosa y desbordada
porque darte era entrega de tu alma
a quien buscó tu alero y tu cariño.
Te prodigaste en todos los senderos
repartiendo tu pan y tu sonrisa,
acercándote al pobre y al caído
alentabas en tu voz los corazones,
el río de tus lágrimas se hizo
de pena abrevadero silencioso,
creció en tu amor el generoso impulso
y ya nadie sintió su soledad
si cerca de su angustia vigilabas.
Las múltiples tareas de tu vida
te hicieron desbordada maternidad de todos:
hilo y aguja eran remiendo o tejedura,
agua y jabón la ropa limpia y olorosa,
el repasar de cuentas del rosario,
la devota plegaria
que volaba junto al claro tañido de campanas,
visitar los enfermos, despedir a los muertos,
llorar, llorar la pena en otros derramada.
La Ciudad te veía como guardián celoso
de todas sus angustias,
de sus dolores, de sus alegrías.
De norte a sur, del este hacia el oeste
diligente corrías
sin importar la hora;
el servicio colmaba la medida
de tu sereno corazón fraterno.
Entregaste a los hijos esa herencia
que guardamos celosos
sin repartirla nunca
porque a todos nos toca íntegramente.
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